El guarro cocinero

El guarro cocinero

martes, 10 de mayo de 2016

La necesidad del cariño en la vida de los opositores

Los opositores somos un raro espécimen terrícola cuyo hábitat se encuadra en las paredes de nuestro opozulo, ya sea en casa, ya sea en la Biblioteca (más o menos cercana). Al pasar tanto tiempo encerrados, experimentamos múltiples y variados cambios de humor a consecuencia de la clausura, el poco comer, la falta de sueño y la disminución de relaciones con el género humano. Pero como el género humano, pensamos y sentimos. También tenemos corazoncito (tal vez curtido, a consecuencia de los golpes), pero CORAZÓN, al fin y al cabo.

¿Os ha pasado alguna vez que pedís cariño y se hacen los locos? ¿O parecen no darse cuenta cuando lo único que os queda es gritar a voz en grito? ¿O te dicen "Pero si tú eres fuerte. No necesitas un abrazo"?.

Yo también necesito abrazos. Puede que no sea débil, puede que no los merezca, pero también los necesito. Soy humana: siento, me rompo, lloro. Y cuando a lo mejor otros son felices centrando sus miradas en las últimas aplicaciones del móvil, hablando de sus logros o comentando lo que han hecho el fin de semana, yo me quedo parada, escuchando, esperando un "¿Cómo estás?" que nunca llega o un "¿Cómo te va?". O ese abrazo que no llega. Y bajo la cabeza y sigo escuchándoles, sintiéndome separada y aislada, en un mundo que parece no entenderme. 

Me gusta escuchar los logros de quienes me rodean, me gusta escuchar cómo la vida de mis amigos y de las personas que quiero avanza aunque la mía permanezca inmutable; me gusta saber de ellos, pero a veces siento que ese sentimiento no es recíproco y es como si mi vida poco importara o no tuviera más sentido que el que parece tener: llevar una casa y enterrarme bajo pilas de libros metiendo en mi cabeza conocimientos que a veces permanecen más tiempo y, otras, deben irse antes por el capricho de un legislador que disfruta mutando a su antojo.

¡Como si a mi me gustara encerrarme en vida! Y sin embargo, lo hago porque es necesario, porque no tengo otra opción, porque es el camino que he elegido. Y es tan válido como quien decide ayudar a los demás, como el que decide pintar un cuadro, como el que opta por dedicarse a fabricar juegos para móviles o como los que deciden ejercer como Abogado. Es un camino que merece respeto, como los demás; y es un camino seguido por muchas personas, un camino respetable que también merece su parte de importancia.

Recuerdo que allá por el año 2014 pasé una muy mala racha, algo que no tenía nada que ver con las oposiciones: varias cosas me vinieron de golpe y porrazo. Coincidió con una época bastante feliz en las vidas de personas a quienes quería y, por no enturbiar su momento de felicidad, callé. Callé y estuve ahí en un momento en que no lo deseaba, cuando sólo necesitaba llorar, cuando sólo quería que alguien me dijera "Todo irá bien" y unos brazos me apretaran. Nunca llegaron esas palabras. Yo dí abrazos a quienes más felices estaban, repartí sonrisas que no sentía, pronuncié felicitaciones maquinales, a pesar de que mi corazón se desgarró.

No soy cristal, pero soy carne: mi corazón sanó y lució sus cicatrices. Me rehíce y retomé mi camino. Aprendí que no debía esperar nada de nadie, salvo de mí misma; aprendí que no debía darme por entera, hasta tal punto que ahora sólo soy una sombra de lo que fuí.

Y aun así, sigo necesitando abrazos, sigo necesitando que se me pregunte cómo está, sigo precisando interés.

¡Ah, qué voluble es el ser humano!

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